La salud prostática requiere una atención especial después de los 60 años. Muchos hombres piensan que el agrandamiento de la próstata es solo una consecuencia de la edad, pero la Dra. Sol Márquez, uróloga, advierte que hábitos nocturnos aparentemente inofensivos pueden ser los verdaderos responsables de la inflamación y el crecimiento de la glándula prostática.
Beber poca agua durante el día, abusar de la cafeína por la tarde, cenar alimentos pesados o ultraprocesados e incluso “aguantar las ganas de orinar” son costumbres que, con el tiempo, irritan la vejiga, inflaman la próstata y alteran el descanso nocturno. El resultado es un círculo vicioso de noches interrumpidas, cansancio constante y pérdida de vitalidad.
Uno de los errores más comunes, explica la Dra. Márquez, es no hidratarse adecuadamente. Cuando el cuerpo pasa muchas horas sin agua, la orina se vuelve más concentrada y ácida, lo que irrita la vejiga y la próstata. Además, el exceso de cafeína —presente en el café, el té negro o los refrescos— estimula la vejiga y dificulta vaciarla por completo, generando más presión y malestar.
La alimentación nocturna también influye directamente en la salud prostática. Cenas abundantes con carnes rojas, embutidos, frituras o alimentos muy condimentados aumentan la inflamación silenciosa del organismo. En cambio, elegir opciones ligeras como pescado, pollo, verduras o frutas ayuda a mejorar los síntomas. Nutrientes naturales como la cúrcuma, el té verde, el pygeum africanum, el saw palmetto, la raíz de ortiga y el zinc han demostrado eficacia científica para reducir la inflamación y equilibrar las hormonas masculinas.
El sedentarismo nocturno es otro enemigo frecuente. Permanecer sentado por horas frente al televisor disminuye la circulación en la zona pélvica, lo que favorece la inflamación. Levantarse cada 30 o 40 minutos, estirarse o caminar unos pasos mejora la circulación y alivia la presión sobre la próstata. La grasa abdominal, por su parte, no es solo una cuestión estética: produce sustancias inflamatorias que pueden acelerar el agrandamiento prostático y afectar la función sexual.
El tabaco también actúa silenciosamente contra la próstata. Fumar o convivir con fumadores expone al cuerpo a miles de sustancias tóxicas que reducen la irrigación sanguínea y aumentan el riesgo de inflamación, hiperplasia prostática e incluso cáncer. La buena noticia es que dejar de fumar o alejarse del humo pasivo permite al cuerpo recuperarse en pocas semanas.
Y hay un factor que muchos hombres ignoran: el estrés crónico. Vivir constantemente preocupado o bajo presión eleva las hormonas del estrés, como el cortisol y la adrenalina, que promueven la inflamación y alteran el equilibrio hormonal. Actividades simples como respirar profundamente, estirarse, caminar o convivir con seres queridos ayudan a reducir estos niveles y a mantener la próstata más sana.
Cuidar la próstata no se trata solo de revisiones médicas: es un acto cotidiano de prevención y autocuidado. Ajustar los hábitos nocturnos, mantener una dieta balanceada, moverse más y realizar los chequeos anuales de PSA y tacto rectal puede marcar una gran diferencia. La hiperplasia prostática benigna se puede controlar —e incluso prevenir— con cambios pequeños que devuelven el sueño, la energía y la calidad de vida.
Si deseas conocer más sobre cómo las rutinas nocturnas influyen en la salud prostática y qué ajustes pueden ayudarte, mira el video a continuación, donde la Dra. Sol Márquez lo explica con claridad, respaldo científico y sin tabúes.

